"Hay que ser un hijo de puta para decir que lo que Colombia merece es más violencia"
- intinews
- 30 sept 2016
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El Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC han firmado la paz después de 52 años de guerra, cerca de ocho millones de víctimas, más de 260.000 muertos, decenas de miles de desplazados. "En nombre de las FARC-EP ofrezco perdón a todas las víctimas del conflicto", concluyó el discurso el líder de la guerrilla, alias Timochenko, ya presentado en sociedad con su nombre civil, Rodrigo Londoño. "Esa es la liberación que da el perdón. El perdón que no solo libera al perdonado, sino también –y sobre todo– al que perdona", recalcó por su parte, el presidente, Juan Manuel Santos.
Al respecto de la paz firmada en Colombia, el periodista César Hildebrandt ha escrito una contundente posición de ciudadano 'latinoamericano de bien' en su columna Matices de la nueva edición de 'Hildebrandt en sus trece'.
"Conmovedor el discurso del presidente Juan Manuel Santos. Digno final de un acontecimiento que cualquier latinoamericano de bien tiene que mirar con esperanza. Hay que ser Rafael Rey para examinar la letra menuda del contrato de la paz colombiana y extraer de ella umbríos presagios. Hay que ser Uribe para desear la infinitud de la guerra. Hay que ser un hijo de puta venido de las Falanges zombis de estas comarcas para decir que lo que Colombia merece es más violencia. Colombia se debía esta paz. Santos ha encarnado el sentimiento de culpa que la derecha más lúcida de su país experimentó a lo largo de estos años. Sin ese remordimiento histórico y de clase, la paz no habría sido posible. Fue la derecha la que mató a Gaitán en 1948 y la que mantuvo la guerra civil empezada con ese magnicidio. Fue la derecha la que enfrentó a balazos a los campesinos que pedían reivindicaciones en los 50 y comienzos de los 60. Manuel Marulanda no se fue al campo en 1964 porque era un loco armado. Y no tuvo tantos seguidores porque hablara bonito. El germen de las FARC fue una respuesta social y revolucionaria a los afanes de exterminio de la reacción restauradora de Colombia. Las matanzas bananeras de comienzos del siglo XX, esas que aparecen en algunas páginas de “Cien años de soledad”, son las abuelas extranjeras de la violencia que los conservadores instauraron como práctica cotidiana en la vieja Colombia. Hoy nace una nueva Colombia. Y yo la envidio y la admiro. Hay que tener grandeza de miras para sentarte con quien te ha querido matar y lograr un acuerdo. Hay que ser parte de algo más grande para llegar a ese tipo de generosidad. Hay que ser parte, por ejemplo, de un país. La urgencia de la paz venía en Colombia de un sentido de patria. La patria herida reclamaba cordura y renunciamiento. Colombia y Perú: qué triste comparación. Aquí la derecha más aturdida e ignorante, más arrogante y potencialmente criminal, arma un escándalo porque unos deudos entierran a sus muertos", escribió César Hildebrandt.
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Foto: Presidencia Colombia



















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